Cuando solo era una niña oía hablar del amor como algo fascinante y bello, soñaba con él cada noche deseando que llegara el momento de que llamara a mi puerta.
Pasados unos años mi puerta se iba oxidando y por ella habían pasado muchas cosas, una de ellas y la mas importante, la amistad, que me daba ánimos cada vez que desfallecía, me sujetaba cada vez que me caía y que me abrazaba cada vez que sentía frió. Pero yo seguía esperando que aquel deseado amor llamara por fin a mi puerta.
Una mañana decidí cerrar esa puerta con llave ya que me había cansado de esperar y hacerme mil y una ilusiones cada vez que llamaban a ella, pero al darme la vuelta vi que algo había cambiado me di cuenta de que ciega había estado. Vi a la amistad pero distinta a otras veces quitándose poco a poco un disfraz que había estado ocultando su verdadera identidad durante años. Me di cuenta al fin de que el llamado amor ya había entrado hacia mucho en mi vida pero disfrazado de amistad.
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