La Luna en lo alto del cielo estaba acompañada por una infinidad de estrellas y luceros que bailaban a su alrededor pero ella se sentía sola y desdichada, ya que la habían separado de lo que más amaba, el Sol.
Si el dolor de separarlos no era lo bastante duro les habían condenado a verse cada día cada uno en una punta del cielo, el Sol desesperado cada día alargaba sus rayos intentando rozar la blancura de la Luna pero nunca llegaba a tocarla. Por su lado la luna cada noche estaba condenada a ver a los amantes que bajo su luz daban rienda suelta a su pasión.
Y así ambos en el cielo viven su amor imposible, sin tocarse, sin hablarse solo con la mirada que cada día le brinda el Sol a la Luna.
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